martes, 29 de abril de 2014

Volverán las oscuras golondrinas...

Hoy, lamentablemente, estoy de luto. El motivo: el fallecimiento el verano pasado de una profesora de lengua que tuve en el colegio. Más en concreto, los dos últimos cursos que estuve en dicho colegio.


Por lo que tengo entendido, fue en el accidente ferroviario que hubo con destino Galicia, lugar donde, por lo que tengo entendido, nació. Y cuan traicionero puede llegar a ser el destino, que siempre viajaban en coche y este verano decidieron ir en tren para ir «más cómodos y relajados». 



La noticia me ha llegado de sorpresa, por no decir que de casualidad. Mi actual profesora de Literatura, entre una cosa y otra, me ha preguntado a qué colegio fui y me ha preguntado si conocía a la mentada profesora. Ha sido cuando me ha dado la espantosa noticia y me he quedado sin saber qué decir. 



La verdad es que me resulta muy curioso todo. Hace muy poco me estaba acordando de esta profesora en cuestión y que, precisamente, es muy probable que ella fuese uno de los motivos por lo que yo me decidiera a estudiar Literatura. No la recuerdo como una de mis estimadas profesoras del colegio, pero sí que recuerdo que la solía respetar mucho. Porque no todos los profesores se merecían mi respeto (algunos es que no deberían dedicarse a la enseñanza, directamente), pero a ella la recuerdo especialmente por aquel día que me dijo que, todo lo que me propusiera, podría conseguirlo. Y eso lo dijo después de que uno de mis compañeros (a saber cuál sería de los tropecientos que se burlaban de mí) se mofó por un comentario que esta profesora me dedicó y yo, al escucharlo, agaché la cabeza. 



La recuerdo como una persona bastante estricta en su trabajo, seria y, por qué no decirlo, algo anticuada en su manera de enseñar, pero dentro de todo lo respetable que se pueda ser. Lo digo porque aún recuerdo a cierta profesora que tuve en mis dos primeros años en ese colegio, donde no se le caían los anillos (y nunca mejor dicho, porque la muy asquerosa a veces los usaba) a la hora de dar algún manotazo cuando no escribías como ella quería, o un buen palo en el culo cuando perdía la paciencia si tardabas mucho en hacer alguna de las tareas que mandaba. 



Pero no recuerdo a esta profesora tan estricta. Era seria, muy recta, y no le gustaba que le tomaran el pelo (aunque recuerdo que a veces se permitía alguna que otra broma); pero, lo que más recuerdo de ella, es que era una gran profesora. La gran mayoría de reglas de ortografía y gramaticales las recuerdo de sus clases, con eso lo digo todo.



También recuerdo que, gracias a ella, conocí a uno de mis poetas preferido, Gustavo Adolfo Bécquer. Ella fue quien me mandó memorizar su archi conocido poema «Volverán las oscuras golondrinas»; de hecho, cada vez que recuerdo el poema de Béquer, me acuerdo de ella. Cada vez que recuerdo a Béquer en general la recuerdo. 



Supongo que, cuando pasan estas cosas, es cuando a una se le vienen este tipo de cosas, intentando recordar lo mejor que esa persona que ya no está entre nosotros nos dejó en vida. Y quiero pensar que, en parte, fue ella quien me inspiró a escribir y a comenzar mi aventura con la Literatura. 



Descanse en paz, profesora, y espero que vuele bien alto, junto a las oscuras golondrinas, las cuales ya no volverán...

No hay comentarios :

Publicar un comentario