sábado, 24 de mayo de 2014

Booktag: Jugando con las emociones

  • Un libro que te hace feliz: El diario de Bridget Jones, de Helen Fielding. Siempre me saca una sonrisa cuando lo leo. 
  • Un libro que te ponga triste: Ojalá fuera cierto, de Marc Levy. Hubieron partes donde no podía parar de llorar. 
  • Un libro que te enoje: La niña que amaba a Tom Gordon, de Stephen King. Lo siento, pero me pareció infumable e intenté leérmelo como ocho veces y nada. 
  • Un libro que te ponga nostálgica/o: Pues por culpa de Anita, Querida Susie, querido Paul, de Christine Nöstlinger. Es que es recordarlo y llevarme a mi más tierna infancia. 
  • Un libro que te asusta: Va a sonar contradictorio, pero he de decir que ese fue Cementerio de animales, de Stephen King. Ese gato daba muuuuuy mal yuyu. 
  • Un libro que te sorprendió: Las ventajas de ser un marginado, de Stephen Chbosky. Me lo habían recomendado unas amigas y no tenía muchas expectativas de que me gustara, pero no fue así. 
  • Un libro que te decepcionó: Iba a decir otro de King, pero mejor diré Amanecer, de Stephanie Meyer. Mis amigas me dijeron que tenía un final precioso y que blablablá y a mí me pareció lo más soso del mundo. Vamos, que fue paja total el libro entero. 
  • Un libro que te angustió: Los Miserables, de Victor Hugo. Hay escenas donde me resultaron demasiado angustiosas, sobre todo en la parte de las barricadas. 
  • Un libro que te confundió: Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro. Sobre todo al principio, que no tenía la más remota idea de qué iba el libro y me pasé toda la primera parte preguntándome mil cosas.

Booktag: En busca del libro perdido

  • Encuentra un libro o nombre de autor con una z: Guerra Mundial Z, de Max Brooks. 
  • Encuentra un clásico: Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen. 
  • Encuentra algo en tu estantería que no sea un libro: Un peluche musical. 
  • Encuentra el libro más antiguo: La verdad es que no lo sé, pero por si las moscas diré que la Biblia. 
  • Encuentra un libro con una chica en la portada: Secretos de una noche de verano, de Lisa Kleypas. 
  • Encuentra un libro con un animal en la portada: Cuentos policíacos de Edgar Alan Poe (sale un escarabajo, así que lo cuento como animal xD) 
  • Encuentra un libro con un protagonista masculino: Ojalá fuera cierto, de Marc Levy. 
  • Encuentra un libro que solo tenga palabras en la portada: Las ventajas de ser un marginado, de Stephen Chbosky. 
  • Encuentra un libro con ilustraciones: Querida Susi, querido Paul, de Christine Nöstlinger. 
  • Encuentra un libro con letras doradas en la portada: El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald tiene unas letras doradas, pero no exactamente en la portada, sino en el lomo. 
  • Encuentra un libro escrito por alguien con un nombre común: La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón. 
  • Encuentra un libro que tenga un 1er plano de algo o alguien de portada: Señora ama / La malquerida, de Jacinto Benavente. Sale una mujer de mediana edad en primer plano. 
  • Encuentra un libro ambientado en una época antigua: Gora de Rabindranath Tagore. No sé si será de una época muy antigua (lo tengo pendiente), pero el libro es de principios del siglo pasado, so... ¡Época antigua es, fijo! xD 
  • Encuentra un libro de tapa dura sin sobrecubierta: Mansfield Park, de Jane Austen. 
  • Encuentra un libro de portada turquesa: Bridget Jones: Sobreviviré, de Helen Fielding. No es turquesa, sino verde claro, pero es lo más parecido que tengo a ese color. 
  • Encuentra un libro no juvenil: Los buscadores de conchas, de Rosamund Pilcher.

viernes, 2 de mayo de 2014

El conde Sisebuto

Este es un poema de Joaquín Abati, que escribió con un toque de humor y que mi madre siempre me recitaba cuando era pequeña. Espero que os guste:

EL CONDE SISEBUTO

«A cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.
Perteneció a un gran señor
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto,
y su esposa, Leonor,

y Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
atendía por Mariana.
Y su cuñado, Vitelio,
y Cleopatra, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y el hijo mayor, Rogelio.

Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,
noche fría, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.

En un gótico salón
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.
Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.

Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.
Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!

Salta el foso, llega al muro,
la poterna está cerrada.
—¡Me ha dado mico mi amada!
—exclama—. ¡Vaya un apuro!
De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
extiende el brazo, y tropieza
¡con la cuerda de una escala!

¡Ah!... dice con fiero acento.
¡Ah!... vuelve a decir gozoso.
¡Ah!... repite venturoso.
¡Ah!... otra vez, y así, hasta ciento.
Trepa que trepa que trepa,
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del conde, la Pepa.

En lujoso camarín
introduce a su adorado,
y al notar que está mojado
le seca bien con serrín.
Lisardo... mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,

¿qué sientes, di, dueño mío?,
¿no sientes nada a mi lado?,
¿qué sientes, Lisardo amado?
Y él responde: Siento frío.
¿Frío has dicho? Eso me espanta.
¿Frío has dicho? eso me inquieta.
No llevarás camiseta
¿verdad?... pues toma esa manta.

Ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
Yo te adoro como un niño.
Mi pasión raya en locura,
si no me quieres, me mato.
La mía es un arrebato,
si me olvidas, me hago cura.

¿Cura tú? ¡Por Dios bendito!
No repitas esas frases,
¡en jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!
Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es un padre muy bruto,

y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos... vamos al Congo
a ocultar nuestros amores.
Bien dicho, bien has hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
¡que nos quiten lo bailado!

En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
¿Oyes? dice el caballero,
es el perro que me ha olido.
Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracán,
entra un hombre..., luego un can...,
luego nadie..., luego nada...

¡Hija infame! ruge el conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde?, ¿dónde?, ¿dónde? ¿dónde?
Y tú, cobarde villano,
antipático, repara
cómo señalo tu cara
con los dedos de mi mano.

Después, sacando un puñal,
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.
El joven, naturalmente,
se murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.

También quedó el conde loco
de resultas del espanto,
y el perro... no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.
Desde aquel día de horror
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,

de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,
de su cuñado Vitelio,
de Cleopatra su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su chico Rogelio.

Y aquí acaba la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,
que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto, 
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.»

—Joaquín Abati Díaz (1865-1936)—